viernes, 12 de abril de 2013

Hablando de galernas

Ayer hablaba con un amigo sobre las galernas del Cantábrico y recordé este relato que escribí, todavía con cierta taquicardia en el corazón, a los pocos días de la peor galerna que me ha pillado en la mar, He vuelto a leer lo que escribí y, aunque varios de los que me conocen ya pudieron leerlo entonces, he decidido resucitarlo y ponerlo en el blog (entonces no sabía yo lo que era un blog y lo envié por email a los amigos). Esto es lo que pasó:



Era Jueves 17 de agosto de 2006.

Ibamos en dos veleros, uno de 31pies con tres tripulantes y el otro de 24pies en el que iba yo solo. Navegábamos con rumbo oeste a cuatro o cinco nudos de velocidad, entre el cabo de Higuer y la bahía de San Juan de Luz, con viento real del suroeste de 10 a 12 nudos.
El aparente entraba a 90º por el través de estribor. La ola era grande, de fondo, de evolución suave, del noroeste.

Una navegación agradable con sol y tranquilidad. Velas abiertas y el ligero balanceo que se produce por efecto de la variación de viento, al oscilar el barco entre las crestas y los senos de las olas.

Teníamos ya la bocana de San Juan de Luz a tiro de ballesta. Habíamos planeado meternos en Sokoa y atracar si fuera posible, para saltar a tierra, darnos un paseo y tomar un refresco. Eran como las cinco y media de tarde. Una hora que en verano suena a tendido de sol y a épica torera. Tal vez por eso la mar se enfureció y ¡Nos embistió!.

La vaca mansa y tranquila se transformó en toro salvaje, le enrojecieron los ojos, resopló, adelantó los cuernos afilados, escarbó la arena y se lanzó al capote….

¡Que sorpresa!. Ni “capotes” ni “toreros” estábamos preparados. Las velas de pronto flaquearon, cayeron y flamearon levemente unos segundos a falta de viento. Y de repente, boquiabierto, vi lo que se nos venía encima. Noroeste fuerza 9. No hace falta mayor descripción. Si alguna vez lo habéis vivido ya sabéis lo que es eso. Si no, tendréis que probarlo… ¡Merece la pena!.

Hubiera deseado un milagrito: chasquear los dedos y estar de inmediato investido con un traje de agua, un chaleco y un arnés, tener medio génova enrollado y la mayor con 2 rizos bien trincados. Pero por alguna maldita razón no era esa la realidad.

Antes de que me diera tiempo de ser plenamente consciente de lo que pasaba, la botabara había trasluchado a estribor. La génova acuartelada a babor. El barco, haciendo caso omiso del timón, mirando al norte y colocado de través al nuevo viento. La escora brutal. Y yo sin siquiera una camisa, con pantalón corto y zapatillas, sin chaleco y sin arnés…. Y a ver quien es el guapo que deja el barco al garete, en medio de esa refriega, y se mete dentro a ponerse protecciones.

Largo la génova acuartelada e intento cazarla por sotavento. En cuanto cazo un poco, la regala se mete en el agua. Intento enrollar. Tirando del cabo como un poseso no puedo ni darle media vuelta al enrollador. Largo todo y me tomo un minuto para pensar.

Las dos velas largadas por el través de estribor rugen despendoladas. Las escotas de génova reparten latigazos  violentos a diestra y siniestra. Se enreda una escota con la otra y ambas al cable de la barandilla por sotavento. (Creo que en estos casos sería conveniente morder las escotas ligeramente cazadas en vez de largar en banda. ¡Para la próxima vez…!). Intento de nuevo enrollar génova antes de que ese enredo me lo impida definitivamente. ¡Imposible!. ¡Que ruido!, ¡Qué zarandeo!, ¡Que escora!. Pues a pesar del minuto de reflexión no se me ocurrió utilizar el winch para enrollar. ¿Cómo puede ser que no se me ocurriera?. Pues porque el factor sorpresa es sorpresivamente sorprendente y además te deja sorprendido… y te aturrullas. Normalmente en ningún barco es necesario usar manivela para enrollar la génova y menos en un barco de 7,30m. La fuerza de la costumbre hizo que no pensara en eso. En mi descargo he de decir que, habida cuenta de la tensión que se producía, es posible que usando el winch hubiera roto el cabo o el enrollador, sobre todo cuando el puño de escota se quedó enganchado en el enredo de la barandilla y la génova inevitablemente se embolsaba.

¿Tomar rizos a la mayor?. Sin aproar el barco imposible. ¡Hay que poner proa al viento!. ¡Para empezar pongamos el motor en marcha!.

El motor responde al arranque de inmediato, pero entre motor y piloto automático no consiguen aproar el barco. El ángulo de trabajo del piloto es insuficiente. Tomo la caña por la mano y la escota de mayor con la otra. Motor en marcha, voy cazando algo de mayor, al tiempo que llevo la caña al tope de sotavento y el barco da proa al viento. ¡Bien!. Ahora pondré el automático y, con las manos libres, reduciré velas.

¡Que si quieres arroz…! Antes de terminar de colocar el brazo del piloto sobre el pin de la caña el barco se ha pasado de bordo, con la mayor cazada al centro y la génova anudada a la barandilla y por lo tanto acuartelada a barlovento. El barco toma el viento y la ola por el través con todo el velamen trincado al revés. La punta del palo se pone a un palmo del agua. Yo me agarro, o más bien tendría que decir “me cuelgo de” un candelero con los pies al aire por unos segundos, hasta que consigo apoyarme, el barco adriza un poco y largo la mayor, de nuevo en banda, esta vez por babor.

Aunque me puedo sostener en pie, la escora sigue siendo fuerte, porque el génova sigue trabado al pasamanos de barlovento. Temo que rompa la barandilla, pero ahora no puedo hacer nada para evitar eso. ¡Y contento si no se rompe un obenque y se va el palo a la mierda!.

Al menos he cambiado de rumbo. Poco a poco la génova, por la presión del viento, va haciendo ceder al nudo que se ha formado en las escotas y se va zafando hacia sotavento. El motor (intraborda Volvo 18 CV.) va casi a tope, a 3.500 rpm., y el barco afronta las olas por la amura de estribor. Cazo un poco la mayor y, aunque sigue gualdrapeando, consigo que porte y que trabaje algo. El piloto, con motor a tope y en esa dirección parece que es capaz de mantener un rumbo. Poco a poco en esa posición voy consiguiendo enrollar génova hasta que solo queda un pequeño triángulo que no se puedo recoger, porque el enredo de escotas se ha azocado sobre el pasamanos y el cabo no da más de sí.

Ahora intento tomar rizos en la mayor. Todo ocurre sin un solo momento de respiro, sin un segundo de calma. El PIPO, un Jouet 24, toma bien las olas. Da muy pocos pantocazos. Casi ninguno. Pero no se puede evitar que las olas pasen por encima de la cubierta, cuando la proa se clava. El agua lanzada por el viento hace daño en los ojos. Cuando se ve que la ola va a pasar por encima de la proa hay que mirar a popa, para no aguantarla de cara.

La bañera se llena varias veces con una cuarta de agua que tarda algo en vaciarse a través de los dos imbornales. Menos mal que estamos en agosto y el agua casi se siente como templada, sobre todo cuando el cuerpo se te va enfriando por efecto del viento, pero el resultado es que al cabo de media hora empiezas a tener bastante frío, a tiritar, si, a mediados de agosto. Cuando eso ocurre te sientes aterido, falto de fuerza y torpe de movimientos.

Bueno, volviendo al proceso, estaba en el intento de toma de rizos. Tengo la maniobra de rizo reenviada a bañera, con un solo cabo para recoger a la vez el grátil y la baluma.
Rizo 1: paso el cabo por el Winch, le doy a la manivela y el cabo se rompe… (era viejo).
Rizo 2: la misma maniobra y el nudo de lasca que hace tope en un cáncamo de la botabara, se pasa del tope (era un nudo pequeño) y como no me doy cuenta sigo obsesionado dándole a la manivela y el cabo se pasa también del ollao de baluma y se me lía en la polea de la botabara.

¿Cómo se puede abrir “por decisión propia” el mosquetón que engancha el amantillo a la botabara?. Pues no tengo ni idea, pero se soltó sin que yo lo tocase y el amantillo con su mosquetón, empezó a danzar por el aire de un lado a otro. Como no podía agarrarlo, ni vi otro modo de pararlo, lo que hice fue cobrarlo desde el piano y consecuentemente poner el mosquetón en la punta del palo. Sin amantillo, con la driza largada en banda, la vela mayor fue deslizándose poco a poco por la relinga hacia abajo y se quedó medio recogida sobre el lazy, revolviéndose y haciendo ruido sobre la botabara que a su vez, suelta y sin amantillo, iba saltando encima del tambucho y de la cabina. Cacé la escota y se redujo algo el fragor. La idea de ir al pie de palo a plegar mejor la vela me pareció una temeridad y no lo hice.

Cuando tuve la idea (que no puse en práctica) de ir al palo me sentía ya con un cierto control de la situación. Entonces tomé el mosquetón de un cabo elástico que utilizo como línea de vida y me lo até al cinturón de los pantalones. Me sentí mucho mejor con esa sujeción, pero cuando inspeccioné, al día siguiente de los hechos, la hebilla del cinto, me di cuenta de que esta, por su  construcción, no habría aguantado el tirón si yo me hubiese caído de la embarcación… (¡Hay que ponerse el arnés!).

Como las cosas malas siempre son capaces de empeorar, el siguiente problema era el rumbo. Si no conseguía modificarlo iba derecho a los rompientes de “Les Briquetes”. No era necesario ir mirando el GPS. La marea estaba bastante baja y la espuma que las olas hacían en los bajos fondos rocosos señalaba la zona con bastante claridad. Parece ser que desde el otro barco estaban viendo el rumbo peligroso que estaba tomando el mío y me lo advirtieron por la radio. Es digno de agradecer, por supuesto, pero yo no oía nada. Mejor dicho, oía que la radio hablaba, pero no llevaba altavoz en la bañera y con el ruido que había, entre el motor, el viento y las olas, no entendía nada.

No quería virar de bordo, porque el bordo contrario me iba a sacar muy afuera, demasiado al norte. Yo quería entrar cuanto antes en la bahía bajo la protección del cabo Higuer y descansar y amarrar y secarme y pisar en firme.

En algunos momentos (muy pocos) miraba al otro barco para ver como les iban las cosas. Me pareció que lo tenían casi tan crudo como yo, a pesar del mayor tamaño del barco (casi doble desplazamiento) y de tener el triple de tripulación. La cosa estaba fea para todos. Su táctica fue seguir aguantando de través a rumbo norte, a pesar de tener grandes dificultades para tomar rizos y reducir velas. Llegó un momento en que no los veía, pero yo tenía bastante trabajo intentando resolver mis problemas.

El helicóptero de salvamento marítimo de Hendaya apareció en el cielo dando vueltas sobre la bahía. Pensé que alguien podría estar en peor situación que yo. También intenté tranquilizarme un poco pensando que si me caía al agua y el barco quedaba a la deriva el helicóptero podría darse cuenta y tendría alguna posibilidad de que me rescatasen a tiempo… ¡No logré convencerme demasiado…!

A base de motor fui modificando paulatinamente el rumbo para huir de los bajos de Les Briquetes. Eso supuso tomar las olas completamente de frente durante un buen rato. Hubo un momento en que iba sentado a estribor, con la caña en la mano izquierda, agarrado a la barandilla de popa con la derecha y la proa se clavó en una ola grande de espumosa cresta. Volví la cabeza hacia atrás para salvar la cara y me agarré con más fuerza. Pude sentir como la ola me levantaba el culo del asiento por unos instantes y volvía a caer en el mismo. La bañera quedó llena de agua y en ese momento me acordé de que tenía el teléfono móvil en la cintura. ¡Pues no es un teléfono sumergible, ni estaba enfundado en plástico, pero aguantó y sigue funcionando perfectamente! ¡Sin duda es un buen teléfono para estas lides!.

Ya un poco más adelante, salvado el obstáculo de los rompientes,  entrando en la bahía y con el piloto automático controlando bien el rumbo, tuve que empezar a hacer ejercicios de calentamiento, porque tiritaba mucho y me sentía aterido. Entonces vi que salía a toda velocidad la embarcación de salvamento del puerto de Hendaya. Creo que varios balandros de vela ligera que estaban de cursillo (o algo así) habían volcado y había varios chavales en el agua. Esto me lo han contado posteriormente, yo no pude verlo o no me fijé…

¡A veces amarrar el barco al pantalán es un auténtico placer!. Este fue uno de esos raros momentos. Empecé a realizar un examen somero de los daños sufridos por la embarcación. Pero entonces llegaron los del otro barco (Ricardo, Javier y Pello) en el Saltamontes. - ¡Pipo para Saltamontes! ¿Me recibes? Cambio - ¡Aquí Pipo, te recibo!, ¿Como estáis? – Bien, ¡Vente para acá que vamos a descorchar ahora mismo una botella de albariño! - ¡Vale, me pongo ropa seca y voy!. El “parte de daños” se puede quedar para mañana.

Después, una ducha caliente y nos fuimos a cenar (con cava de Juvé y Camps) en Hondarribia.

Resultados:
q  Escota de génova de estribor destrozada (soltar el enredo formado en el pasamanos me llevó como un cuarto de hora)
q  Cabos de rizos: uno roto y el otro en mal estado
q  Dos sables de la mayor han desaparecido después de arrancar las costuras de sus fundas.
q  El amantillo, hay que subir al palo y recuperarlo. Está entero y nadie se explica como se pudo soltar. Le tocó a Ricardo hacer de trapecista, por ser el de menor peso.
q  El piloto automático, que el día de la aventura funcionó bien hasta el último momento, al día siguiente estaba empañado por dentro y ya no funcionaba.
q  Las poleas de rizo del grátil tenían “quita vueltas” y esta fue sin duda una causa importante del mal funcionamiento del sistema y de la rotura de cabos. Estos estaban “retorcidos” y no corrieron correctamente. He puesto poleas nuevas sin quitavueltas.
q  El interior del barco también notó los efectos. Había humedad en todas las colchonetas y salitre en todas partes. La nevera eléctrica no funciona, por problema de contactos deteriorados.

Nada demasiado grave. ¡Buena suerte! ¿No?

Epílogo y reflexiones adicionales:

q  El día anterior a estos acontecimientos entré en puerto remolcado, porque el piloto de temperatura del motor se había encendido y empezó a sonar la alarma acústica. Tuve que cambiar la turbina de goma de la bomba de agua del motor (El circuito externo de agua salada que refrigera el intercambiador). Una operación que debe hacerse periódicamente, con recomendación de hacerlo una vez al año (según me he enterado cuando la necesidad me ha obligado a leer el libro de instrucciones del motor). ¡No quiero imaginar lo que hubiera ocurrido si este problema hubiese surgido un día más tarde, coincidido con la tormenta de viento!. Conviene “leer” y hacer mantenimientos preventivos.

q  En Hendaya estábamos 3 barcos de Zumaia: Saltamontes, Pipo y Kraken. Este último es un First 211 que con sus 21” de eslora y su motor fuera borda lo hubiera pasado verdaderamente muy mal en esas circunstancias. Durante la cena nos felicitamos todos y en especial Pello, su patrón, por que hubiera tenido la feliz idea de salir ese día en el Saltamontes… A veces la suerte nos acompaña.

q  Estando en pleno mes de agosto y cerca de dos puertos deportivos (Hendaya y Fuenterrabía), siempre hay alguien hablando por el canal 9. Para hablar entre nosotros sin estorbar a la gente,  nos pasamos al canal 69. Posiblemente en el 9 habríamos oído algún aviso.

q  En el puerto deportivo de Fuenterrabía tienen la buena costumbre de retransmitir por el canal 9 los avisos de galerna que se emiten por el 16, para los que no lo llevan sintonizado. Es una buena práctica, aunque desconozco si en esta ocasión hubo o no hubo avisos de la Galerna.

q  Algún marino más experto que yo me ha asegurado que aquello no fue una galerna, que fue no se que otra cosa. No tengo ni idea, pero lo cierto es que otras veces las típicas galernas de la zona las he visto venir. Esta no la vimos hasta que la tuvimos absolutamente encima.

q  Algunos me han preguntado si sentí mucho miedo. La respuesta es “no tuve tiempo de eso”. Es realmente así. Sentí más la impotencia y la mala leche consiguiente. Parece que todo lo que se puede enredar o romper o mojar se enreda o se rompe o se moja en el momento más inoportuno. Sabes lo que necesitas hacer, pero no eres capaz de llevarlo a cabo y te cabreas más de lo que te amedrentas. Tuve sensación de peligro en la gran escorada cuando me quedé colgando del candelero sin estar amarrado, pero fueron segundos. ¡Después a trabajar!.

q  Cuando más noté el efecto psicológico fue el sábado, dos días más tarde. El viernes hice las reparaciones que pude y el sábado hice el viaje de regreso a Zumaia. Iba solo. Los otros dos barcos salieron de madrugada y yo que estuve indeciso pensando quedarme un día más en Hendaya, terminé regresando ese día, pero saliendo a las 12:30 del mediodía. La mar con olas medianas, barco a rumbo de ceñida, muy buen viento del NW. Un viaje rápido sin tener que poner el motor en marcha ni una sola vez. Velocidad media de la travesía 4,7 nudos. Punta máxima 7,2 nudos. Para mi barco está muy bien. Sin embargo reconozco que no disfruté demasiado. Al cabo de 3 horas estaba ansioso por llegar. Me daba por pensar que la mar estaba empeorando, que el viento se ponía raro, que cada vez se veía el cielo más oscuro… y entraba en una estado de cierta tensión, que me impedía ir relajado y en consecuencia me producía cansancio. No obstante, a las 5:45 PM estaba frente a la bocana de Zumaia y como vi que en ese momento salían por la misma mis amigos del Kaiene, en lugar de entrar viré y me fui detrás de ellos a dar una vuelta… ¡Lo mío es una auténtica drogadicción!.


Y, colorín colorado, esta historia (que nada tiene de cuento) se ha acabado. Espero que os haya gustado.


Un abrazo, amigos.                                                    Enrique Barbier – barco PIPO (Agosto 2006)

2 comentarios:

  1. la mar a veces te da en la cara jejeje, yo lo pase muy muy muy mal un dia en raz du sein en francia llegue alli desde le guilvinec donde tres dias antes me tuve que refugiar de un temporal y cuando se arreglo el tiempo sali a navegar con dos horas de retraso respecto a lo que tenia calculado por las mareas y sus respectivas corrientes que en raz du sein son brutales.
    la cuestion es que llegue a el punto donde se realiza el giro a estribor si vas direccion brest en pointe du raz entre la costa y la isla de sein.
    llegue a las 15.30 cuando por mis calculos deberia de estar alli a las 13.00 para pasar este sitio cuando no hay corrientes, y fue brutal nada mas pasar una baliza cardinal que hay justo al girar lo que me encontre alli.
    no tenia control del timon el viento habia caido y el motor diesel empezo a fallar aun no se por que, arranque un fuera borda que llevo de emergencia de 5 cv y tarari que te vi.como si no lo llevara ademas se paro al poco rato por las olas que nos caian encima de todos lados.ese es el mayor problema alli que las olas vienen de todos sitios y el velero da bandazos brutales me di varios golpes y llego un momento que me paso por la mente un poco de todo,me senti impotente de todas todas.
    no se exactamente las maniobras que hice ni como sali de alli pero sali mas gracias a la propia corriente que a mi labor.
    estve muy cerca de las rocas que alli hay muchas a pocos metros y hasta pense en saltar del barco.
    pero gracias a aferrarme al timon que aunque no controlaba algo si hacia y eso evito la colision contra las rocas pero por los pelos.
    y luego vi qu a mi alrededor se iva calmando un poco la agresividad del entorno y poco a poco estaba alejandome de las rocas.
    luego cuando paso el mal trago y pude empezar a hacerme con el barco
    segui navegando ayudado por la propia corriente que fue lA CAUSANTE de todo lo que paso ese dia.
    al final tenia tres opciones ir como tenia previsto a brest o parar en camaret sur mer que estaba mas cerca y en la misma direccion o seguir hasta el conquet al inicio del chenal du four,decidi el mas cercano y seguro camaret sur mer.
    me quede en la entrada del puerto fondeado y pensando un poco en todo lo que habia pasado ese dia y conclui que no fue la corriente ni el mar ni otra cosa que mi culpa lo que paso ese dia,por que con la mar no se juega Y SI HAY UN PLAN PARA SEGUIR NO HAY QUE SALTARSELO A LA TORERA Y MENOS EN ESTOS SITIOS TAN COMPLICADOS.

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  2. Nunca he navegado por esas zonas, pero tengo amigos que lo han hecho y, oídas sus aventuras,no me quedan muchas gana de dar una vuelta ñor allí. Y menos en solitario, que es mi manera más habitual de navegar. Gracias por tu relato.

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