Era Jueves 17 de agosto de 2006.
Ibamos en dos veleros, uno de 31pies
con tres tripulantes y el otro de 24pies en el que iba yo solo. Navegábamos con
rumbo oeste a cuatro o cinco nudos de velocidad, entre el cabo de Higuer y la
bahía de San Juan de Luz, con viento real del suroeste de 10 a 12 nudos.
El aparente entraba a 90º por el
través de estribor. La ola era grande, de fondo, de evolución suave, del
noroeste.
Una navegación agradable con sol
y tranquilidad. Velas abiertas y el ligero balanceo que se produce por efecto
de la variación de viento, al oscilar el barco entre las crestas y los senos de
las olas.
Teníamos ya la bocana de San Juan
de Luz a tiro de ballesta. Habíamos planeado meternos en Sokoa y atracar si
fuera posible, para saltar a tierra, darnos un paseo y tomar un refresco. Eran
como las cinco y media de tarde. Una hora que en verano suena a tendido de sol
y a épica torera. Tal vez por eso la mar se enfureció y ¡Nos embistió!.
La vaca mansa y tranquila se
transformó en toro salvaje, le enrojecieron los ojos, resopló, adelantó los
cuernos afilados, escarbó la arena y se lanzó al capote….
¡Que sorpresa!. Ni “capotes” ni
“toreros” estábamos preparados. Las velas de pronto flaquearon, cayeron y
flamearon levemente unos segundos a falta de viento. Y de repente,
boquiabierto, vi lo que se nos venía encima. Noroeste fuerza 9. No hace falta
mayor descripción. Si alguna vez lo habéis vivido ya sabéis lo que es eso. Si
no, tendréis que probarlo… ¡Merece la pena!.
Hubiera deseado un milagrito: chasquear
los dedos y estar de inmediato investido con un traje de agua, un chaleco y un
arnés, tener medio génova enrollado y la mayor con 2 rizos bien trincados. Pero
por alguna maldita razón no era esa la realidad.
Antes de que me diera tiempo de
ser plenamente consciente de lo que pasaba, la botabara había trasluchado a
estribor. La génova acuartelada a babor. El barco, haciendo caso omiso del
timón, mirando al norte y colocado de través al nuevo viento. La escora brutal.
Y yo sin siquiera una camisa, con pantalón corto y zapatillas, sin chaleco y
sin arnés…. Y a ver quien es el guapo que deja el barco al garete, en medio de
esa refriega, y se mete dentro a ponerse protecciones.
Largo la génova acuartelada e
intento cazarla por sotavento. En cuanto cazo un poco, la regala se mete en el
agua. Intento enrollar. Tirando del cabo como un poseso no puedo ni darle media
vuelta al enrollador. Largo todo y me tomo un minuto para pensar.
Las dos velas largadas por el
través de estribor rugen despendoladas. Las escotas de génova reparten
latigazos violentos a diestra y
siniestra. Se enreda una escota con la otra y ambas al cable de la barandilla
por sotavento. (Creo que en estos casos
sería conveniente morder las escotas ligeramente cazadas en vez de largar en banda.
¡Para la próxima vez…!). Intento de nuevo enrollar génova antes de que ese
enredo me lo impida definitivamente. ¡Imposible!. ¡Que ruido!, ¡Qué zarandeo!,
¡Que escora!. Pues a pesar del minuto de reflexión no se me ocurrió utilizar el
winch para enrollar. ¿Cómo puede ser que no se me ocurriera?. Pues porque el
factor sorpresa es sorpresivamente sorprendente y además te deja sorprendido… y
te aturrullas. Normalmente en ningún barco es necesario usar manivela para
enrollar la génova y menos en un barco de 7,30m. La fuerza de la costumbre hizo
que no pensara en eso. En mi descargo he de decir que, habida cuenta de la
tensión que se producía, es posible que usando el winch hubiera roto el cabo o
el enrollador, sobre todo cuando el puño de escota se quedó enganchado en el
enredo de la barandilla y la génova inevitablemente se embolsaba.
¿Tomar rizos a la mayor?. Sin
aproar el barco imposible. ¡Hay que poner proa al viento!. ¡Para empezar
pongamos el motor en marcha!.
El motor responde al arranque de
inmediato, pero entre motor y piloto automático no consiguen aproar el barco.
El ángulo de trabajo del piloto es insuficiente. Tomo la caña por la mano y la
escota de mayor con la otra. Motor en marcha, voy cazando algo de mayor, al
tiempo que llevo la caña al tope de sotavento y el barco da proa al viento.
¡Bien!. Ahora pondré el automático y, con las manos libres, reduciré velas.
¡Que si quieres arroz…! Antes de
terminar de colocar el brazo del piloto sobre el pin de la caña el barco se ha
pasado de bordo, con la mayor cazada al centro y la génova anudada a la
barandilla y por lo tanto acuartelada a barlovento. El barco toma el viento y
la ola por el través con todo el velamen trincado al revés. La punta del palo
se pone a un palmo del agua. Yo me agarro, o más bien tendría que decir “me
cuelgo de” un candelero con los pies al aire por unos segundos, hasta que
consigo apoyarme, el barco adriza un poco y largo la mayor, de nuevo en banda,
esta vez por babor.
Aunque me puedo sostener en pie,
la escora sigue siendo fuerte, porque el génova sigue trabado al pasamanos de
barlovento. Temo que rompa la barandilla, pero ahora no puedo hacer nada para
evitar eso. ¡Y contento si no se rompe un obenque y se va el palo a la mierda!.
Al menos he cambiado de rumbo.
Poco a poco la génova, por la presión del viento, va haciendo ceder al nudo que
se ha formado en las escotas y se va zafando hacia sotavento. El motor
(intraborda Volvo 18 CV.) va casi a tope, a 3.500 rpm., y el barco afronta las
olas por la amura de estribor. Cazo un poco la mayor y, aunque sigue
gualdrapeando, consigo que porte y que trabaje algo. El piloto, con motor a
tope y en esa dirección parece que es capaz de mantener un rumbo. Poco a poco
en esa posición voy consiguiendo enrollar génova hasta que solo queda un
pequeño triángulo que no se puedo recoger, porque el enredo de escotas se ha
azocado sobre el pasamanos y el cabo no da más de sí.
Ahora intento tomar rizos en la
mayor. Todo ocurre sin un solo momento de respiro, sin un segundo de calma. El
PIPO, un Jouet 24, toma bien las olas. Da muy pocos pantocazos. Casi ninguno.
Pero no se puede evitar que las olas pasen por encima de la cubierta, cuando la
proa se clava. El agua lanzada por el viento hace daño en los ojos. Cuando se
ve que la ola va a pasar por encima de la proa hay que mirar a popa, para no
aguantarla de cara.
La bañera se llena varias veces
con una cuarta de agua que tarda algo en vaciarse a través de los dos imbornales.
Menos mal que estamos en agosto y el agua casi se siente como templada, sobre
todo cuando el cuerpo se te va enfriando por efecto del viento, pero el
resultado es que al cabo de media hora empiezas a tener bastante frío, a
tiritar, si, a mediados de agosto. Cuando eso ocurre te sientes aterido, falto
de fuerza y torpe de movimientos.
Bueno, volviendo al proceso,
estaba en el intento de toma de rizos. Tengo la maniobra de rizo reenviada a
bañera, con un solo cabo para recoger a la vez el grátil y la baluma.
Rizo 1: paso el cabo por el
Winch, le doy a la manivela y el cabo se rompe… (era viejo).
Rizo 2: la misma maniobra y el
nudo de lasca que hace tope en un cáncamo de la botabara, se pasa del tope (era un nudo pequeño) y como no me doy
cuenta sigo obsesionado dándole a la manivela y el cabo se pasa también del
ollao de baluma y se me lía en la polea de la botabara.
¿Cómo se puede abrir “por
decisión propia” el mosquetón que engancha el amantillo a la botabara?. Pues no
tengo ni idea, pero se soltó sin que yo lo tocase y el amantillo con su
mosquetón, empezó a danzar por el aire de un lado a otro. Como no podía
agarrarlo, ni vi otro modo de pararlo, lo que hice fue cobrarlo desde el piano y
consecuentemente poner el mosquetón en la punta del palo. Sin amantillo, con la
driza largada en banda, la vela mayor fue deslizándose poco a poco por la
relinga hacia abajo y se quedó medio recogida sobre el lazy, revolviéndose y
haciendo ruido sobre la botabara que a su vez, suelta y sin amantillo, iba
saltando encima del tambucho y de la cabina. Cacé la escota y se redujo algo el
fragor. La idea de ir al pie de palo a plegar mejor la vela me pareció una
temeridad y no lo hice.
Cuando tuve la idea (que no puse
en práctica) de ir al palo me sentía ya con un cierto control de la situación.
Entonces tomé el mosquetón de un cabo elástico que utilizo como línea de vida y
me lo até al cinturón de los pantalones. Me sentí mucho mejor con esa sujeción,
pero cuando inspeccioné, al día siguiente de los hechos, la hebilla del cinto,
me di cuenta de que esta, por su
construcción, no habría aguantado el tirón si yo me hubiese caído de la
embarcación… (¡Hay que ponerse el
arnés!).
Como las cosas malas siempre son
capaces de empeorar, el siguiente problema era el rumbo. Si no conseguía
modificarlo iba derecho a los rompientes de “Les Briquetes”. No era necesario
ir mirando el GPS. La marea estaba bastante baja y la espuma que las olas
hacían en los bajos fondos rocosos señalaba la zona con bastante claridad.
Parece ser que desde el otro barco estaban viendo el rumbo peligroso que estaba
tomando el mío y me lo advirtieron por la radio. Es digno de agradecer, por
supuesto, pero yo no oía nada. Mejor dicho, oía que la radio hablaba, pero no
llevaba altavoz en la bañera y con el ruido que había, entre el motor, el
viento y las olas, no entendía nada.
No quería virar de bordo, porque
el bordo contrario me iba a sacar muy afuera, demasiado al norte. Yo quería
entrar cuanto antes en la bahía bajo la protección del cabo Higuer y descansar
y amarrar y secarme y pisar en firme.
En algunos momentos (muy pocos)
miraba al otro barco para ver como les iban las cosas. Me pareció que lo tenían
casi tan crudo como yo, a pesar del mayor tamaño del barco (casi doble
desplazamiento) y de tener el triple de tripulación. La cosa estaba fea para
todos. Su táctica fue seguir aguantando de través a rumbo norte, a pesar de
tener grandes dificultades para tomar rizos y reducir velas. Llegó un momento
en que no los veía, pero yo tenía bastante trabajo intentando resolver mis
problemas.
El helicóptero de salvamento
marítimo de Hendaya apareció en el cielo dando vueltas sobre la bahía. Pensé
que alguien podría estar en peor situación que yo. También intenté
tranquilizarme un poco pensando que si me caía al agua y el barco quedaba a la
deriva el helicóptero podría darse cuenta y tendría alguna posibilidad de que
me rescatasen a tiempo… ¡No logré convencerme demasiado…!
A base de motor fui modificando
paulatinamente el rumbo para huir de los bajos de Les Briquetes. Eso supuso
tomar las olas completamente de frente durante un buen rato. Hubo un momento en
que iba sentado a estribor, con la caña en la mano izquierda, agarrado a la
barandilla de popa con la derecha y la proa se clavó en una ola grande de
espumosa cresta. Volví la cabeza hacia atrás para salvar la cara y me agarré
con más fuerza. Pude sentir como la ola me levantaba el culo del asiento por
unos instantes y volvía a caer en el mismo. La bañera quedó llena de agua y en
ese momento me acordé de que tenía el teléfono móvil en la cintura. ¡Pues no es
un teléfono sumergible, ni estaba enfundado en plástico, pero aguantó y sigue
funcionando perfectamente! ¡Sin duda es un buen teléfono para estas lides!.
Ya un poco más adelante, salvado
el obstáculo de los rompientes, entrando
en la bahía y con el piloto automático controlando bien el rumbo, tuve que
empezar a hacer ejercicios de calentamiento, porque tiritaba mucho y me sentía
aterido. Entonces vi que salía a toda velocidad la embarcación de salvamento
del puerto de Hendaya. Creo que varios balandros de vela ligera que estaban de
cursillo (o algo así) habían volcado y había varios chavales en el agua. Esto
me lo han contado posteriormente, yo no pude verlo o no me fijé…
¡A veces amarrar el barco al
pantalán es un auténtico placer!. Este fue uno de esos raros momentos. Empecé a
realizar un examen somero de los daños sufridos por la embarcación. Pero
entonces llegaron los del otro barco (Ricardo, Javier y Pello) en el
Saltamontes. - ¡Pipo para Saltamontes! ¿Me recibes? Cambio - ¡Aquí Pipo, te
recibo!, ¿Como estáis? – Bien, ¡Vente para acá que vamos a descorchar ahora
mismo una botella de albariño! - ¡Vale, me pongo ropa seca y voy!. El “parte de
daños” se puede quedar para mañana.
Después, una ducha caliente y nos
fuimos a cenar (con cava de Juvé y Camps) en Hondarribia.
Resultados:
q Escota
de génova de estribor destrozada (soltar el enredo formado en el pasamanos me
llevó como un cuarto de hora)
q Cabos
de rizos: uno roto y el otro en mal estado
q Dos
sables de la mayor han desaparecido después de arrancar las costuras de sus
fundas.
q El
amantillo, hay que subir al palo y recuperarlo. Está entero y nadie se explica
como se pudo soltar. Le tocó a Ricardo hacer de trapecista, por ser el de menor
peso.
q El
piloto automático, que el día de la aventura funcionó bien hasta el último
momento, al día siguiente estaba empañado por dentro y ya no funcionaba.
q Las
poleas de rizo del grátil tenían “quita vueltas” y esta fue sin duda una causa
importante del mal funcionamiento del sistema y de la rotura de cabos. Estos
estaban “retorcidos” y no corrieron correctamente. He puesto poleas nuevas sin
quitavueltas.
q El
interior del barco también notó los efectos. Había humedad en todas las
colchonetas y salitre en todas partes. La nevera eléctrica no funciona, por
problema de contactos deteriorados.
Nada demasiado grave. ¡Buena
suerte! ¿No?
Epílogo y reflexiones
adicionales:
q El
día anterior a estos acontecimientos entré en puerto remolcado, porque el
piloto de temperatura del motor se había encendido y empezó a sonar la alarma
acústica. Tuve que cambiar la turbina de goma de la bomba de agua del motor (El
circuito externo de agua salada que refrigera el intercambiador). Una operación
que debe hacerse periódicamente, con recomendación de hacerlo una vez al año
(según me he enterado cuando la necesidad me ha obligado a leer el libro de
instrucciones del motor). ¡No quiero imaginar lo que hubiera ocurrido si este
problema hubiese surgido un día más tarde, coincidido con la tormenta de
viento!. Conviene “leer” y hacer mantenimientos preventivos.
q En
Hendaya estábamos 3 barcos de Zumaia: Saltamontes, Pipo y Kraken. Este último
es un First 211 que con sus 21” de eslora y su motor fuera borda lo hubiera
pasado verdaderamente muy mal en esas circunstancias. Durante la cena nos
felicitamos todos y en especial Pello, su patrón, por que hubiera tenido la
feliz idea de salir ese día en el Saltamontes… A veces la suerte nos acompaña.
q Estando
en pleno mes de agosto y cerca de dos puertos deportivos (Hendaya y
Fuenterrabía), siempre hay alguien hablando por el canal 9. Para hablar entre
nosotros sin estorbar a la gente, nos
pasamos al canal 69. Posiblemente en el 9 habríamos oído algún aviso.
q En
el puerto deportivo de Fuenterrabía tienen la buena costumbre de retransmitir
por el canal 9 los avisos de galerna que se emiten por el 16, para los que no
lo llevan sintonizado. Es una buena práctica, aunque desconozco si en esta
ocasión hubo o no hubo avisos de la Galerna.
q Algún
marino más experto que yo me ha asegurado que aquello no fue una galerna, que
fue no se que otra cosa. No tengo ni idea, pero lo cierto es que otras veces
las típicas galernas de la zona las he visto venir. Esta no la vimos hasta que
la tuvimos absolutamente encima.
q Algunos
me han preguntado si sentí mucho miedo. La respuesta es “no tuve tiempo de
eso”. Es realmente así. Sentí más la impotencia y la mala leche consiguiente.
Parece que todo lo que se puede enredar o romper o mojar se enreda o se rompe o
se moja en el momento más inoportuno. Sabes lo que necesitas hacer, pero no
eres capaz de llevarlo a cabo y te cabreas más de lo que te amedrentas. Tuve
sensación de peligro en la gran escorada cuando me quedé colgando del candelero
sin estar amarrado, pero fueron segundos. ¡Después a trabajar!.
q Cuando
más noté el efecto psicológico fue el sábado, dos días más tarde. El viernes
hice las reparaciones que pude y el sábado hice el viaje de regreso a Zumaia.
Iba solo. Los otros dos barcos salieron de madrugada y yo que estuve indeciso
pensando quedarme un día más en Hendaya, terminé regresando ese día, pero saliendo
a las 12:30 del mediodía. La mar con olas medianas, barco a rumbo de ceñida,
muy buen viento del NW. Un viaje rápido sin tener que poner el motor en marcha
ni una sola vez. Velocidad media de la travesía 4,7 nudos. Punta máxima 7,2
nudos. Para mi barco está muy bien. Sin embargo reconozco que no disfruté
demasiado. Al cabo de 3 horas estaba ansioso por llegar. Me daba por pensar que
la mar estaba empeorando, que el viento se ponía raro, que cada vez se veía el
cielo más oscuro… y entraba en una estado de cierta tensión, que me impedía ir
relajado y en consecuencia me producía cansancio. No obstante, a las 5:45 PM
estaba frente a la bocana de Zumaia y como vi que en ese momento salían por la
misma mis amigos del Kaiene, en lugar de entrar viré y me fui detrás de ellos a
dar una vuelta… ¡Lo mío es una auténtica drogadicción!.
Y, colorín colorado, esta
historia (que nada tiene de cuento) se ha acabado. Espero que os haya gustado.
Un abrazo, amigos. Enrique
Barbier – barco PIPO (Agosto 2006)
la mar a veces te da en la cara jejeje, yo lo pase muy muy muy mal un dia en raz du sein en francia llegue alli desde le guilvinec donde tres dias antes me tuve que refugiar de un temporal y cuando se arreglo el tiempo sali a navegar con dos horas de retraso respecto a lo que tenia calculado por las mareas y sus respectivas corrientes que en raz du sein son brutales.
ResponderEliminarla cuestion es que llegue a el punto donde se realiza el giro a estribor si vas direccion brest en pointe du raz entre la costa y la isla de sein.
llegue a las 15.30 cuando por mis calculos deberia de estar alli a las 13.00 para pasar este sitio cuando no hay corrientes, y fue brutal nada mas pasar una baliza cardinal que hay justo al girar lo que me encontre alli.
no tenia control del timon el viento habia caido y el motor diesel empezo a fallar aun no se por que, arranque un fuera borda que llevo de emergencia de 5 cv y tarari que te vi.como si no lo llevara ademas se paro al poco rato por las olas que nos caian encima de todos lados.ese es el mayor problema alli que las olas vienen de todos sitios y el velero da bandazos brutales me di varios golpes y llego un momento que me paso por la mente un poco de todo,me senti impotente de todas todas.
no se exactamente las maniobras que hice ni como sali de alli pero sali mas gracias a la propia corriente que a mi labor.
estve muy cerca de las rocas que alli hay muchas a pocos metros y hasta pense en saltar del barco.
pero gracias a aferrarme al timon que aunque no controlaba algo si hacia y eso evito la colision contra las rocas pero por los pelos.
y luego vi qu a mi alrededor se iva calmando un poco la agresividad del entorno y poco a poco estaba alejandome de las rocas.
luego cuando paso el mal trago y pude empezar a hacerme con el barco
segui navegando ayudado por la propia corriente que fue lA CAUSANTE de todo lo que paso ese dia.
al final tenia tres opciones ir como tenia previsto a brest o parar en camaret sur mer que estaba mas cerca y en la misma direccion o seguir hasta el conquet al inicio del chenal du four,decidi el mas cercano y seguro camaret sur mer.
me quede en la entrada del puerto fondeado y pensando un poco en todo lo que habia pasado ese dia y conclui que no fue la corriente ni el mar ni otra cosa que mi culpa lo que paso ese dia,por que con la mar no se juega Y SI HAY UN PLAN PARA SEGUIR NO HAY QUE SALTARSELO A LA TORERA Y MENOS EN ESTOS SITIOS TAN COMPLICADOS.
Nunca he navegado por esas zonas, pero tengo amigos que lo han hecho y, oídas sus aventuras,no me quedan muchas gana de dar una vuelta ñor allí. Y menos en solitario, que es mi manera más habitual de navegar. Gracias por tu relato.
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