Salida de Mutriku, entre el espigón nuevo y un bidón de plástico blanco que flotaba por allí enganchado con algo al fondo, al que concedimos el pomposo nombre de “Boya de salida”. Llegada entre una boya de verdad con banderín naranja y el espigón de la ría de Zumaia, donde Josean iba tomando los tiempos de cada barco.
Emprendimos todos a vela el camino de aproximación a la pre-salida, ya que había viento más que suficiente. También había olas y tanto el viento como las olas venían completamente de proa, así que era un trayecto de ceñida haciendo bordos contra la ola que se nos hacía eterno. Para colmo se produjeron chubascos muy fuertes con rachas de viento que colocaban el aparente por encima de los 26 nudos y que nos obligaron a tomar un rizo de mayor y dar un par de vueltas al enrollador de la Génova. El barco se dominaba así mucho mejor, pero pronto fuimos todos conscientes, unos barcos antes que otros (el primero creo que fue El Bocal) de que no había forma de llegar a tiempo a la salida sin meter motor y finalmente todos a motor llegamos para tomar la salida, unos con el tiempo muy justito (Trapaia entre ellos) y otros definitivamente tarde.
La regata era muy simple. No había muchas opciones tácticas. El rumbo directo era casi de popa cerrada, así que era claro que podría ganar el que mejor negociase la empopada. Opciones básicas eran hacer bordos y trasluchadas con mayor y Génova, ó tangonar la Génova o sacar el spinaker. Esta última opción daba un poco de miedo, habida cuenta de las rachas de viento tan fuertes que habíamos tenido que negociar en el trayecto de aproximación. Sin embargo en los minutos inmediatos anteriores a la salida hubo una relativa calma y un clareo del cielo, y hasta un tímido sol que en algunos momentos calentaba un poquito. Aparecían preciosos arcoíris por doquier y se veían al nordeste los chubascos que habían pasado y al oeste, amenazando con su tenebrosa oscuridad, los que probablemente nos alcanzarían en breve.
En el Trapaia, habida cuenta de nuestra escasa habilidad con el spi, decidimos en principio que el mejor sitio para ponerlo era el pañol de velas debajo del asiento de la bañera. Pero concurrieron circunstancias que nos hicieron (tarde) cambiar de opinión. Una fue que la relativa calma parecía prolongarse más de lo inicialmente previsible. Otro dato es que el Sagit había sacado el spinaker prácticamente desde la salida y si seguía a la velocidad que llevaba nos podía ganar la regata en tiempo compensado. La otra razón fue que el Geldi-Geldi, que había salido dos minutos antes que nosotros, estaba al alcance de nuestra marcha y el prurito de alcanzarlo y rebasarlo también era un aliciente. Además calculamos que el ángulo del viento real nos permitiría ir con spi a la línea de llegada sin realizar trasluchadas y recibiendo el viento por la aleta entre los 120 y los 150 grados (para un spi simétrico muy bien). Así que nos dijimos eso de que nunca es tarde si la dicha es buena y sacamos el saco del spinaker y nos dispusimos a la izada. Laboriosa izada que hacemos con demasiada lentitud. ¡Veréis cuando consigamos dominar eso…!. Bueno, igual no nos veis, ¡je, je!.
En fin, sacamos “la cosa esa de color naranja” como la llama Taitxa (no sé si he puesto bien el nombre de la simpática amiga de Pedro, del Geldi-Geldi) y conseguimos adelantarles en los últimos 200 metros antes de la llegada. Pero por delante, el Sagit II hizo una regata impecable. Llegó puntual a la hora de salida y navegó todo el tiempo con su “cosa azul” izada y bien manejada y (aunque todavía no nos ha enviado Josean la clasificación) creo que habrá ganado muy merecidamente la regata.
A los pocos minutos de haber cruzado la meta los primeros barcos, la meteorología se volvió de nuevo agresiva, incluso mucho más que en el trayecto de ida a Mutriku. El viento roló al norte y aumentó de fuerza. En el Trapaia, afortunadamente, decidimos comenzar la maniobra de arriado del spi antes de cruzar la meta (de hecho la cruzamos sin spi, solo con la mayor), para evitar posibles problemas que nos metieran en la zona de rompientes de Orrua.
En el Trapaia teníamos el encargo de recoger la boya de llegada al término de la regata, así que después de cruzar la meta y arriar el spí, continuamos haciendo bordos de través en la zona, contemplando la llegada de los demás y esperando a que todos entrasen en meta. Vimos entrar al Maixu y al Txiripa II. Nosotros, navegando solo con la mayor superábamos los 6,5 nudos de velocidad. En esto recibimos una llamada del Maixu que solicitaba ayuda de remolque porque tenía fallos en el motor o en la hélice.
Hay que decir que la regata del Maixu, donde Kastor se enfrento en solitario a todas las dificultades posibles, se merece una mención especial. Destrozó la vela de proa por no poder enrollarla del todo y una vez cruzada la meta cuando se afanaba en recoger la mayor e intentar controlar un poco lo que quedaba sin enrollar de la Génova sobre el stay, va y le falla el motor.
Abandonamos el objetivo de retirar boya y fuimos hacia la posición del Maixu, que se había alejado en dirección a Getaria. Por el camino fuimos preparando un cabo largo para el remolque y pensamos en llevarle al puerto de Getaria, haciendo el trayecto con la ola a favor y sabiendo que la entrada de Getaria, en esas condiciones de mar y de viento, era mucho más segura que la de Zumaia, especialmente para entrar con un barco remolcado.
Cuando nos acercamos a él venía de vuelta encontrada y a motor. ¡Al parecer ya le funcionaba!. Prácticamente era imposible hablar con él para ponernos de acuerdo en lo que íbamos a hacer, porque él estaba solo, tenía mucho trabajo en cubierta y no tenía tiempo de bajar a la cabina a atender la radio. Optamos por acercarnos lo más posible a él para ver si nos podíamos entender a voces. Encendimos motor y nos aproamos al viento y a las olas que habían crecido mucho en los últimos minutos, para arriar la mayor y hacer a motor la maniobra de aproximación para el remolque. En esa posición el Maixu quedaba a nuestra popa, entre nosotros y la costa. Nos costaba bastante arriar la vela, aún dejándola caer de cualquier manera, el zarandeo la sacaba por los lados del lazy bag y no había forma de sujetar aquello. Por fin lo conseguimos y giramos 180 grados para ir hacia el Maixu que estaba más cerca de la costa.
Entre tanto, el Maixu se quedó de nuevo sin motor, atravesado a las olas. Kastor, con la sangre fría que da el no tener más remedio que afrontar la situación, intentó izar de nuevo la mayor que tenía arriada, para tener de nuevo alguna propulsión con la cual poder alejarse del rompiente de la costa. Al hacer esto, la fuerza del viento y una ola de través le hizo tomar una escora de las de asustar. Según dice él, debió de asustarse hasta el barco, porque hizo otro intento de usar el motor y todo funcionó perfectamente. Cuando vimos que venía hacia nosotros, a motor y alejándose de la costa por sus propios medios, respiramos aliviados. ¡UFFFF!.
A partir de ese momento nos limitamos a seguir de cerca sus movimientos, por si la cosa se volvía a complicar. No hubo más problemas. Primero le seguimos un buen trecho de proa a la mar, mientras veíamos como conseguía recoger mejor sobre el enrollador lo que quedaba de la Génova, y después entramos en la ría de la forma que hay que hacerlo cuando hay marea baja con oleaje, con las olas por la popa, como si viniésemos de Deba y bastante pegaditos a la escollera del espigón, con máquina potente. Josean vigilaba todas las maniobras desde la punta del muelle y servía en algunos momentos de enlace con la radio para informar a los demás de cómo iban las cosas.
A la noche tuvimos gran cena en la sidrería Urberu. Buena cena, menú típico de: ensalada, tortilla de bacalao, chuleta, queso con membrillo y nueces y cafés. Todo con buena sidra de las cupelas. Estuvimos 15 adultos más Maialen y Xuban (los niños de Kastor y Arantxa) y fue todo muy agradable. Echamos de menos al gran Josean y algunos otros que no pudieron venir. Otra vez será, habrá que repetir…
Un comentario:
Siempre que se sale a navegar en condiciones algo duras (digo duras, como las del sábado, que no “peligrosas” porque no es el caso) y alguien se pasa un apuro o rompe algo, surge el tema de conversación sobre si hubiera sido mejor no salir… etc.
Cuando hemos tenido un parte meteo de alerta naranja por temporal de olas y/o viento, yo he aplaudido la idea de suspender la regata. A veces ha resultado que la realidad no ha sido tan grave, o que el temporal previsto se ha retrasado casi 24 horas y me ha seguido pareciendo que habíamos hecho bien en no salir. Cuando no hay avisos de ese nivel aunque las condiciones sean incómodas yo soy claramente partidario de salir y no me considero temerario ni masoquista.
Si hay algo por lo que me gustan las regatas es por lo que suponen de aprendizaje de experiencia marinera de la que te curte y te faculta para saber anticipar problemas, afrontarlos y además sacar de tu barco y de tus habilidades el máximo partido. No conozco mejor circunstancia para ello, con el mínimo riesgo, que las regatas de amigos. Ayer tuvo algunos problemas Kastor, como podía habernos ocurrido a cualquier otro. Pidió ayuda y se le ofreció de inmediato, porque todos estábamos en media milla de radio. Al final, afortunadamente, no tuvimos que hacer nada más que acompañarle de cerca.
Pues yo me pongo en su lugar y creo que esa presencia de alguien que está cerca observando lo que hago, dispuesto a echar un cabo de remolque o a sacarme del agua si me caigo, o avisar a otros si se requiere otro tipo de ayuda, etc. Es por si misma y sin ninguna duda una ayuda de primer nivel. Es “no estar solo” y mira que esta frase es corta y tiene contenido…
Las regatas nos obligan a salir cuando el cuerpo nos dice que no le apetece una mierda. Pero también son una manera de estar en la mar con posibilidad y casi con obligación de arriesgarnos un poco más de lo que haríamos navegando de paseo o de crucero, pero arropados por un grupo de embarcaciones que en cualquier momento nos pueden echar una mano. Y así vemos y probamos lo que es navegar con mar desordenada y con rachas de viento y con chubascos. HAY QUE PONERSE AHÍ Y ESTAR EN ESAS CISCUNSTANCIAS para verse en la necesidad de decidir entre sacar o no sacar el spi, tomar rizos o no tomarlos o incluso cambiar o enrollar vela de proa, o retirarse que no deja de ser una opción responsable en un momento dado. No se aprende leyendo. Leer ayuda mucho, pero solamente se aprende de verdad navegando.
Seguramente todos recordamos el miedillo que sentimos la primera vez que nos vimos en medio de una galerna o apurados en una de esas roladas brusca del sur al noroeste, que suele haber en verano y otoño, en que todo parece que de pronto se pone furioso contra nosotros y no sabemos cuánto va a durar o hasta que nivel de furia va a seguir arreciando. Después nos habrán pillado muchas más como aquella o peores y sabemos que ya no hemos sentido lo mismo. Y no es porque nos hayamos vuelto temerarios o irresponsables, sino porque en muchas ocasiones somos capaces de anticipar lo que se viene encima y ya sabemos lo que tenemos que hacer para manejar esa circunstancia y además simplemente porque ya henos pasado por ello y estamos algo más curtidos en la mar. Pues de eso se trata.
Un abrazo, amigos/as y hasta la próxima que será el sábado próximo, si no hay alerta naranja por bajas temperaturas y fuertes vientos…. ¡Mirad, mirad el Wind Guru…!
Sagit II (Ricardo y tripulación) ¡Enhorabuena!.
Maixu (Kastor) ánimo, que solo se ha roto una vela… ¡Eres un navegante duro, a prueba de dificultades!
RECTIFICACIÓN:
Al día siguiente de la redacción de esta crónica, nos ha llegado la clasificación y el ganador de la regata ha sido el D&J y no el Sagit II, el cual además no ha conseguido (por muy poco) ganar al Trapaia. Así que enhorabuena al D&J y condolencias al Sagit por no habernos ganado… ¡Otra vez será!
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