Crucero Agosto 2011
Finales de julio de 2011. El plan.
El Txiripa
(Dehler 31) de Patxi y Esther, El Bocal (Oceanis 31) de Julio y Yoli y el
Trapaia (First 32) de Enrique (ó sea el mío) teníamos planificado salir de
Zumaia el domingo 31 con rumbo oeste. Patxi y Esther tenían todo el mes para
navegar sin prisa y les apetecía llegar hasta Gijón. A mí me gustaba la idea de
llegar hasta allí pero solo podía navegar hasta el día 15. Julio y Yoli tenían
que volver para el día 12 por el compromiso de asistir a una boda, por lo cual
quedaba prácticamente descartado que fuesen a llegar hasta Gijón. Por lo tanto
navegaríamos en conserva de los tres barcos, hasta que cada uno se fuese
descolgando para regresar, de acuerdo con las fechas de sus planes.
Dada la
escasez de puertos, de fácil acceso y con servicios de pantalán, entre
Santander y Gijón, se preveía la posibilidad de tener que hacer ese trayecto
(unas 90 nm.) de un tirón. Para evitar hacer ese tramo en solitario se me
ocurrió recurrir en Internet al foro de “La taberna del puerto” donde localicé
a Iñaki, un capitán de yate, de Barcelona, con bastante experiencia en el
Mediterráneo, por la costa de levante, islas Baleares e islas griegas, pero con
muchas ganas de navegar por el Cantábrico, por su fama de mar brava y por probar
eso de navegar con mareas, que evidentemente no se hace en el Mediterráneo.
Para tomar
contacto antes de salir de viaje, quedamos el día 29 en Zumaia y allí se vino
Iñaki con sus mochilas tras tomar un avión de Barcelona a Bilbao, después un
metro a la estación de Atxuri y finalmente un Euskotren a Zumaia. Iñaki en
realidad se llama Ignacio y no tiene ninguna ascendencia euskaldún, pero le
“bautizó” así un amigo vasco y se quedó
con Iñaki para todos los amigos. Hasta el momento de vernos las caras solo
habíamos hablado un poco por teléfono y habíamos cruzado un par de correos
electrónicos. Cuando le vi en la estación de Zumaia con sus dos mochilas y un
traje de agua al brazo no pude menos que sonreír y le dije: “Eres un
aventurero”. A lo que inmediatamente me respondió “El aventurero eres tú que no
sabes a quien metes en tu barco”. Creo
que los dos teníamos razón, pero avanzo desde ahora que todo fue muy bien con
Iñaki. Sin aventura no hay ventura…
El día 29 de julio: Zumaia. Toma de contacto con el barco.
Salimos a dar una primera vuelta para que Iñaki se familiarizase con el barco. Luego le pude presentar a Patxi y Esther (que con su barco Txiripa nos acompañarían en la travesía) y fuimos a cenar los cuatro al chiringuito de la playa de Itxurun, donde las puestas de sol son preciosas, por eso de que teníamos a un “turista”, como argumentó Esther, y había que ensañarle las cosas bonitas de nuestra tierra.
El día 29 de julio: Zumaia. Toma de contacto con el barco.
Salimos a dar una primera vuelta para que Iñaki se familiarizase con el barco. Luego le pude presentar a Patxi y Esther (que con su barco Txiripa nos acompañarían en la travesía) y fuimos a cenar los cuatro al chiringuito de la playa de Itxurun, donde las puestas de sol son preciosas, por eso de que teníamos a un “turista”, como argumentó Esther, y había que ensañarle las cosas bonitas de nuestra tierra.
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Trapaia II en su amarre de Zumaia. |
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El patrón (yo) preparando el Trapaia para zarpar |
Días 30 y 31 de julio: Regata en Donostia, incidente náutico, regata de traineras.
En la regata
de Donostia el Txiripa nos ganó con una considerable ventaja, a pesar de que
nosotros izamos el spinaker para la empopada, cosa que ni se me ocurre hacer en
mis acostumbradas navegaciones y regatas en solitario. Pero la falta de
entrenamiento es vital en el manejo de esa maldita vela, que tanto me gusta
llevar cuando ya está izada y que tantos problemas es capaz de producir en las
maniobras de izado, trasluchada y arriado cuando se anda escaso de tripulación.
Después de
la regata, al regreso de Donostia hacia Zumaia, iba yo mostrando las
peculiaridades de nuestra costa al “turista Iñaki”, demasiado cerca de la misma
y con marea baja. La sonda nos iba marcando entre 10 y 15 metros (El Trapaia
tiene un calado de 1,8m) cuando de repente tropezamos con una roca del fondo. Navegábamos
a motor a unos 5 nudos. El barco frenó, clavando la proa en el agua, con un
golpe brutal. De la punta del palo empezaron a llover trozos de aluminio sobre
nuestras cabezas. Luego vimos que se había destrozado (no sabemos cómo) el
reflector de radar fijo a un obenque y ese era el aluminio que nos caía, pero
en el momento solo era un motivo más de susto y desconcierto.
Inmediata y afortunadamente el barco escoró a babor y después quedó libre de la roca. Suponemos que el choque no fue sobre una roca vertical y además fue algo sesgado, no perpendicular a la marcha, lo que permitió a la orza resbalar sobre el obstáculo y librarse de él. Pero os juro que durante unos minutos me descompuse.
Empecé a mirar en la sentina por si teníamos vías de agua y no hubo nada. Inmediatamente nos separamos de tierra y pusimos rumbo al puerto ya que estábamos a solo media milla de la bocana de Zumaia. Todo parecía funcionar bien, pero yo me imaginaba la orza de casi dos toneladas de hierro fundido, medio colgando y a punto de desprenderse del casco. Es evidente que eso habría causado probablemente extraños movimientos, ruidos y posiblemente una importante vía de agua, cosas que no ocurrían, pero en esos momentos no sirve de mucho el razonamiento. Después de sentir el golpe casi no puedes creer que no haya pasado nada grave.
Así que decidimos pedir en Marina Urola turno para sacar el barco del agua el lunes a las 8 de la mañana, dejando condicionado el plan de salida al estado en que viésemos la carena y la orza del barco. Esa noche dormimos en el barco y por la mañana del domingo 31 comprobamos que seguía sin entrar agua por ninguna parte del casco.
Eso nos tranquilizó tanto que decidimos salir (a motor) a la bocana del puerto para ver las regatas de traineras que se celebraban ese día. Después de esa prueba nos quedamos algo más tranquilos, pero por supuesto mantuvimos la idea de sacar el barco del agua por la mañana y verlo por debajo.
Inmediata y afortunadamente el barco escoró a babor y después quedó libre de la roca. Suponemos que el choque no fue sobre una roca vertical y además fue algo sesgado, no perpendicular a la marcha, lo que permitió a la orza resbalar sobre el obstáculo y librarse de él. Pero os juro que durante unos minutos me descompuse.
Empecé a mirar en la sentina por si teníamos vías de agua y no hubo nada. Inmediatamente nos separamos de tierra y pusimos rumbo al puerto ya que estábamos a solo media milla de la bocana de Zumaia. Todo parecía funcionar bien, pero yo me imaginaba la orza de casi dos toneladas de hierro fundido, medio colgando y a punto de desprenderse del casco. Es evidente que eso habría causado probablemente extraños movimientos, ruidos y posiblemente una importante vía de agua, cosas que no ocurrían, pero en esos momentos no sirve de mucho el razonamiento. Después de sentir el golpe casi no puedes creer que no haya pasado nada grave.
Así que decidimos pedir en Marina Urola turno para sacar el barco del agua el lunes a las 8 de la mañana, dejando condicionado el plan de salida al estado en que viésemos la carena y la orza del barco. Esa noche dormimos en el barco y por la mañana del domingo 31 comprobamos que seguía sin entrar agua por ninguna parte del casco.
Eso nos tranquilizó tanto que decidimos salir (a motor) a la bocana del puerto para ver las regatas de traineras que se celebraban ese día. Después de esa prueba nos quedamos algo más tranquilos, pero por supuesto mantuvimos la idea de sacar el barco del agua por la mañana y verlo por debajo.
Desde el Trapaia, viendo la regata de traineras en Zumaia, el día anterior al inicio del viaje. |
Iñaki, a la caña, viendo las traineras |
El lunes día 1 de agosto: Zumaia –
Lekeitio. 12 millas.
A las 8 en
punto llevamos el barco al travelift y lo izamos al área de carenados. Pudimos
ver lo que había por debajo. A la orza
le faltaba un pedazo en la parte delantera inferior. El golpe había sido
afortunadamente muy abajo de la orza. Creo que con 7 u 8 cm más de agua
habríamos pasado por encima sin enterarnos de la amenazadora existencia de la
roca. En la unión de casco y orza ninguna grieta ni señal de debilitamiento. En
la parte inferior de la pala del timón otro rasguño que habrá que reparar
rellenando con fibra, pero que de momento no afecta al buen funcionamiento. No
se ha torcido el eje y no hay síntomas de mayor daño.
La caricia de una roca.
Creo que por
aquí la llaman “rocaputa”
|
Ese día salimos de Zumaia a mediodía, después de comer, con intención de
ir a pasar la tarde y dormir en el puerto pesquero de Lekeitio. A 12 millas de
Zumaia. En estos puertos no hay pantalanes y se atraca amarrando un barco a los
norayes o bolardos del muelle y después abarloando dos o tres barcos más al
costado del primero. Hay que echar cabos a tierra muy largos, desde proa y popa
de todos lo barcos, para dar margen a las
oscilaciones de marea y evitar que la
batería de barcos abarloados se mueva demasiado con la corriente
llenante o vaciante del puerto. Para Iñaki estas maniobras eran una novedad.
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Abarloados en Lekeitio.
En primer
plano bañera de El Bocal.
Al fondo Esther y Patxi arranchando.
|
Como el
mundo de los navegantes es pequeño, cuando apenas habíamos terminado de amarrar
los tres barcos a la pared, apareció por allí otro velero, cuyo patrón me llamó
por mi nombre y me pidió permiso para abarloarse al mío. Era Gabriel, un viejo
conocido, policía municipal de Pasajes,
con el que estuve en una ocasión negociando una posible compraventa de barcos
(un intercambio) que no se llevó a efecto. Yo casi no me acordaba de él, pero
nos regaló uno de los dos túnidos (listados) que había pescado. Con eso y con
un verdel que había pescado alguien de nuestra expedición (creo que Yoli)
prepararon Yoli y Esther un marmitako y cenamos todos de maravilla.
Día 2 de agosto: Lekeitio
– Elantxobe. 8 millas.
Continuamos
ruta, como en días anteriores con poco viento y buena mar. Tratamos de
aprovechar los ratos de ventolina para navegar a vela y hacemos bastante
trayecto a motor, que evidentemente no es lo que más nos gusta. Vamos al puerto
pesquero de Elantxobe, a 7 u 8 millas de Lekeitio. Txiripa llegando y abarloando a El Bocal |
Como seguramente conocéis es un encanto de puerto y de pueblo. ¡Pero sus
calles tienen una pendiente endiablada! Y nosotros no satisfechos con callejear
decidimos subir andando desde el pu erto
hasta lo alto del cabo de Ogoño, para divisar
la playa de Laga, la isla de Izaro, Mundaka, y Urdaibai. Una subidita
que valió la pena, pero que a mí me pilló muy desentrenado. La subida la hice
muy bien, pero en la bajada las rodillas me dolían cosa mala. A
final tenía que bajar sin doblar las piernas, como si las tuviese de palo. En
el bar del puerto cenamos algo de picoteo y nos prepararon una tortilla
estupenda.
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Los tres barcos abarloados al muelle de Elantxobe |
![]() | ||||
Vista nocturna del pueblo desde el puerto |
Día 3 de agosto: Travesía Elantxobe –
Getxo. 26 millas.
Bordeando la
isla de Izaro, el cabo de Matxitxako, visitando de cerca la plataforma gasera
de La Gaviota, costeando por San Juan de Gastelugatxe, la playa de Bakio, poniendo
motor a la altura de la central nuclear de Lemoniz (afortunadamente inconclusa),
aprovechando para comer navegando con relativa tranquilidad, pasando cerca de Arminza y luego el cabo
Villano, la bahía de Plencia y las playas de Sopelana, Larrabasterra, Azkorri y
por fin Punta Galea y la entrada al superpuerto de Bilbao y allí al fondo, 3
millas tierra adentro, la dársena deportiva de Getxo con pantalán, corriente eléctrica,
agua y unas duchas ¡con agua caliente y todo! (cosa que no habíamos tenido
desde Zumaia). Por cierto, a casi todos nos pareció que el edificio de las
duchas se movía mucho. Es lo del mareo de tierra…
Día 4 de agosto: Getxo
– Laredo. 22 millas.
Hasta la salida del superpuerto, entre el muelle de
Ciérvana, con sus enormes aerogeneradores, y “el cajón” navegamos en ceñida con
unos 15 nudos de aparente, bastante bien, aunque “si tenemos que seguir
haciendo zigzag hasta Laredo llegaremos pasado mañana”. Al salir del
superpuerto el viento baja de intensidad sensiblemente. Los tres barcos tomamos
diferentes opciones más o menos alejados de la costa.
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El Txiripa con su lencería fina de color rosa. |
Antes de
pasar por Castro el viento casi desaparece. Ponemos motor a bajas revoluciones
y aprovechamos la calma para comer algo. Un poco más tarde, antes de pasar
frente a Oriñón, se nos pone el viento de popa y vemos como el Txiripa ha izado
el spinaker. Nosotros también lo hacemos e intentamos alcanzarlo, pero solo
conseguimos mantener la distancia, hasta que finalmente antes de entrar en
Laredo trasluchan y nos dejan atrás. Se están poniendo ¡intratables!.
Laredo:
Club Náutico en el puntal con amarres en boyas y botero de servicio 24 horas.
Hay un precioso puerto deportivo sin estrenar, en el mismísimo centro de la
city, al pie de la Atalaya y del casco viejo. Una preciosidad de puerto que no
está utilizable porque hay algún problema entre la administración y la empresa
constructora… Así que vamos al náutico del Puntal y allí mismo cenamos muy bien
en un chiringo (si es que se puede llamar así) de la playa.
Día 5 de agosto: En laredo.
Dejamos los
barcos en sus boyas y tomamos el “Ferry” (o “patera”) que pasa con gente del
Puntal de Laredo a Santoña. Santoña es un bonito pueblo para pasear y un excelente
sitio para comer, pero esta vez conseguimos comer mal en Santoña, lo que
demuestra que somos capaces de hacer cosas difíciles… También hicimos compras
en Santoña para la despensa del barco. Por la tarde-noche fuimos al pueblo de
Laredo (unos caminando 5Km. y otros en el bus) y, después de subir al mirador
de La Atalaya, paseamos el casco viejo y nos comimos algún pincho.
Día 6 de agosto: Travesía Laredo –
Santander. 23 millas.
Julio
y Yoli, con su barco “El Bocal” habían llegado al ecuador de su travesía que
terminaba necesariamente antes del día 12 y decidieron que no nos acompañaban a
Santander y que emprendían el retorno. Con algo de tristeza nos despedimos, de
barco a barco, cuando largamos las boyas y partimos en distintas direcciones.
¡Agur. Buen viaje y que sea con buen viento!.
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Yolanda y Julio en su barco El Bocal
|
Así que el
Trapaia decidió aprovechar la racha hasta el límite del tiempo disponible (aún
faltaban un par de horas para que anocheciera). El viento oscilaba del NW al W
y aumentaba de fuerza por minutos. Entrando en la bahía, los desventes y roladas
eran constantes. La isla de Mouro, la península de la Magdalena, cada islote de
la bahía producía un remanso casi sin viento y al salir de su influencia un empujón
cada vez más intenso.
Si
hubiéramos tenido que navegar mucho más tiempo hubiera sido necesario tomar
rizos, pero como estábamos muy cerca de la bocana de Puerto Chico aguantamos el
tipo con toda la vela hasta que enfilando el puerto decidimos arriar y poner el
motor, en medio de una enorme jauría desbandada de chalupas, chipironeras,
veleros y cabinadas que intentaban entrar todos a la vez y cobijarse en el
puerto. No es fácil atracar en un puerto con tan poco espacio entre barcos, sin
saber bien donde está el sitio que te han asignado y como te convendrá
maniobrar, teniendo en cuenta el fuerte viento… Pero con la ayuda de Patxi y
Esther que ya estaban allí y la decisión y la pericia de los tripulantes del
Trapaia y en especial la de su patrón que ya no tiene abuela que le alabe, el
atraque fue rápido y exitoso.
El parte meteo para el día siguiente era bastante
malo, así que por este y otros motivos quedó decidido que Santander merecía por
lo menos uno o dos días de tranquila y descansada estancia. Nos preguntábamos
como les habría ido a Julio y Yoli. Si les habría alcanzado el frente o si se
habrían librado de él.
Día 7 de agosto: En Santander.
Patxi y
Esther tienen familiares y amistades en Santander y se fueron a pasar el día
con ellos.
Iñaki y yo primero nos pateamos Santander hasta el puerto pesquero
buscando tiendas de efectos navales, porque queríamos comprar un reflector de
radar y reponer el que se rompió en el incidente de Zumaia. Queríamos ponerlo
antes de emprender la singladura hacia Gijón, que incluye inevitablemente una
noche de navegación, en que ese adminículo podría resultar útil. Localizamos
una tienda pero como era domingo estaba cerrada y desde el escaparate no se
veían reflectores de radar, así que nos quedamos con la duda y dijimos “mañana
será otro día”.
Por la tarde tomamos una embarcación que hace el servicio entre
pueblos de la bahía y nos fuimos a visitar Pedreña y Somo. Dos lugares en donde
yo nunca había estado y por supuesto Iñaki, el catalán, tampoco.
Por cierto, a Patxi y Esther les
dijeron ese día en la capitanía de Puerto Chico que al día siguiente se tenían
que llevar el Txiripa al otro puerto, porque tenían que dejar libre el amarre,
ya que su ocupante habitual regresaba de un viaje.
Cuando nos
disponíamos a ir, con Patxi y Esther, de potes y pinchos a la ciudad, me puse ropa “de calle” y salté del
barco al pantalán de la manera acostumbrada, sin tener en cuenta que la forma
en que estaba amarrado el barco no era la habitual que utilizo en mi amarre
fijo de Zumaia. En consecuencia me tropecé con el cabo de spring de popa y me
caía de bruces hacia el pantalán entre mi barco y el vecino. Para evitar darme
de morros contra el suelo me agarré al cable del guardamancebos con la mano
derecha y entonces fui a dar con todo mi peso y de cabeza contra la regala de
aluminio y os juro que estaba muy dura.
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Yo enfriando el chichón y ¡Patxi no se...! ¡Ejemm! |
Me hice una brechita en la frente,
sobre la ceja derecha, que sangraba de manera muy escandalosa y otra sobre el
hueso de la nariz que no sangraba tanto, pero ambas dolían mucho. Me apliqué agua
oxigenada y un desinfectante caducado del botiquín del barco (Patxi fue a su
barco a por otro y resultó que había caducado dos años antes que el nuestro).
Luego, siguiendo los consejos de Esther, apliqué sobre la frente una lata de cerveza fría
envuelta en papel cocina para controlar la posible inflamación.
Me calmó mucho
el dolor y aún pude preparar a mis asustados amigos una tortilla de patatas,
que se la merecían por tratarme con tanto cariño. Lo cierto es que me tuvieron
que ayudar también a preparar la tortilla y a fregar los platos, porque yo
empezaba a sangrar en cuanto me quitaba la lata fría de la frente durante más
de tres minutos.
Día 8 de agosto: En Santander.
Nos
informan de que en el puerto deportivo Marina Cantábrico, cerca del aeropuerto,
hay buenas tiendas de náutica. Seguimos con la preocupación por el reflector de
radar. Largamos amarras y nos vamos allá en barco, que estamos hartitos de
caminar.
Nos hicimos el plan de comer en uno de los restaurantes del susodicho
puerto, hacer la compra del reflector y ver la manera de colocarlo en el palo.
Hacen falta dos personas dando a las manivelas de los winches, para subir a
otra al palo sin deslomarse. Patxi y Esther estaban pasando el día con sus
amistades santanderinas y al día siguiente, antes de partir hacia Gijón,
estaríamos en diferentes puertos. Difícilmente podríamos contar con su ayuda.
Pero
el mundo de la náutica vuelve a mostrarse pequeño. Cuando llegamos a Marina
Cantábrico nos indicaron un lugar de atraque temporal y allí en el mismo
pantalán estaba Josu, con su barco el Teo Pen, un amigo de Zumaia que después
de los saludos y los cambios de impresiones se prestó a subir al palo (o más bien
a que lo subiéramos) y pudo colocar el reflector. Josu estaba esperando a su
novia para ir también hacia Gijón, pero probablemente haciendo escala en San
Vicente de la Barquera.
Josu nos fotografía desde el palo |
Josu colocando el reflector de radar |
Pusimos el
reflector, sacamos unas fotos, charlamos un rato con Josu tomando una cervecita
(¡Qué bien funciona el frigorífico del Trapaia!) y nos despedimos de él para
volver a Puerto Chico a cenar y a dormir.
Pero antes de cenar, como todavía era
de día, nos dio tiempo de salir un poco afuera de la isla de Mouro al norte de
la playa del Sardinero, para subir y bajar unas bonitas olas de fondo de unos 3
metros, para que las viese Iñaki y no se fuese de aquí pensando que el
cantábrico es como el lago de Bañolas
Días 9 y 10 de agosto: Santander –
Gijón. 90 millas.
Por fin el
parte de previsión indica mar disminuyendo y viento favorable para ir hacia el
oeste. A las 14:15 (12:15 UTC) zarpamos de Santander hacia Gijón. 90 millas que
haremos de un tirón. Hubiera estado bien poder hacer escala en Llanes, pero las
obras del nuevo puerto deportivo no están terminadas. Llanes está en la mitad del recorrido y es un pueblo que
merece una visita y un buen lugar para descansar, pero no se puede, así que
¡Hasta Gijón sin tregua!.
Y
efectivamente fue casi sin tregua, porque tras unas horas de poco viento se
entabló un viento del ENE, con fuerza 3 / 4 que nos permitió sacar el spinaker
y navegar muy rápido y muy bien durante bastantes millas. Pero el spi es una
vela mala para manejar de noche con poca
gente, así que muy a pesar nuestro, decidimos arriarla con la luz crepuscular y
continuar con génova y mayor, lo que nos obligaba a abandonar el rumbo directo
y tener que ir en zigzag, haciendo trasluchadas, amurando alternativamente a
babor o a estribor.
El Txiripa
que tiene una vela mayor más grande que la del Trapaia, optó por enrollar la génova
y navegar solo con la mayor a rumbo directo. Acertó de pleno. Patxi aprendió conmigo,
pero ya sabe mucho más que yo. Lo que demuestra que a navegar se aprende sobre
todo navegando mucho, lo que hacen Patxi y Esther.
A nosotros
el ir siempre buscando el viento de aleta nos obligaba a hacer bordos
alternativos que no se manejaban con la misma comodidad. Había una ola de fondo
del NW y una ola de viento NE que se acrecentaba a medida que aumentaban la
persistencia y el fetch. Mar cruzada, ola revuelta, no muy alta pero incómoda y
además en la noche no las ves… Amurados a estribor se podía navegar con piloto
automático durante grandes ratos. Vamos, que podías dejarlo un momento para ir
a por una coca-cola o para mear. Pero en el bordo de babor con la ola de fondo
por el través y la de viento de popa, el piloto se volvía loco y no podía con
la caña. Había que llevarlo a mano todo el tiempo. Una hermosa luna casi llena
nos acompañó durante la mitad de la noche.
A eso de las
22:30 Hora oficial, tras 8 horas de travesía teníamos Llanes a unas 9 millas por
el través de babor. La mitad del camino. No estaba mal. Hablé por teléfono con
mi hermana que está de veraneo en Llanes. Sobre la 1H del ya día 10, le dije a
Iñaki que se acostara y me hice cargo de la primera guardia, acordando que le
despertaría a las 4 para que hiciera la segunda de 4 a 7, de manera que al
menos durmiésemos tres horas cada uno y luego ya descansaríamos en Gijón, donde
previsiblemente íbamos a llegar sobre las 8.
Cada cierto
tiempo contactábamos por radio con el Txiripa, para intercambiar posiciones de
ambos así como impresiones de viaje, viento y mar, etc. Lo malo es que si
llamaban cuando Iñaki estaba durmiendo y yo no podía soltar la caña, era
difícil responder con rapidez. En una de las ocasiones antes de que yo me
pudiera acercar a la radio ya se había levantado Iñaki de la cama para
responder, porque aún no había conseguido dormirse y oyó la llamada
Iñaki a la caña del timón |
Un poco pasadas las 4 y sin que yo tuviera necesidad de llamarle, Iñaki
se levantó para tomarme el relevo. Entre el cambio de impresiones, discusión
sobre rumbos etc. se pasó casi una hora y yo me acosté sobre las 5. Prácticamente
no conseguí dormir nada, pero al menos descansé un buen rato. A eso de las 6:30
miré el reloj una vez más y me dije “para lo que hago aquí mejor será que me
levante”. Entonces, tras haber tomando tan firme decisión ¡me dormí!.
Solo 20
estupendos minutos de sueño y salí a cubierta con las pilas bastante más
cargadas. Al menos yo me sentí así, pero cuando a eso de las 8:30 amarramos en
el pantalán de acogida de Gijón y fui a la capitanía con la documentación, me
di cuenta de que no hilaba bien las palabras con los pensamientos: “Hola,
estamos aquí, bueno tengo el barco ahí, o sea… bueno perdona chica casi no he
dormido y estoy bastante espeso y no sé bien lo que digo”.
La chica encantadora
y simpática se reía y me decía que no me
preocupe. Y yo por fin pude decir “quisiéramos un amarre para una ó dos noches,
es un velero de 32 pies” y a continuación rellenar la ficha y dar los datos del
barco del seguro y de la tripu.![]() |
Patxi e Iñaki escanciando sidrina con
mucho atrevimiento y poco estilo. Yo “no me mojé”.
|
Después de
desayunar, dormir hasta mediodía, comer en los barcos, ducha en capitanía, etc.,
salimos a patear Gijón y tomar unas sidrinas, con el consabido intento de
aprender a escanciar, y cenamos en una taberna las viandas típicas del país.
Adivínese donde están nuestros barcos |
Nos habríamos quedado muy a gusto un par de días más en Gijón si
hubiésemos visto alguna predicción de buen viento para días posteriores. Pero
no fue así. Iñaki tenía que tomar su avión de vuelta en Bilbao el día 15 y yo
también quería estar de regreso más o menos para ese día. Así que después de
revisar todos los portales meteorológicos de internet que conocemos, decidimos
que lo mejor era emprender el regreso al día siguiente.
Día 11 y 12 de agosto: Travesía Gijón
– Laredo – Castro - Getxo. 128 millas.
Tras haber
dormido mucho y bien, haber hecho las compras necesarias para llenar la
despensa del barco, habernos dado una ducha y despedirnos de Patxi y Esther,
que de momento se quedan en Gijón y después volverán más despacio (tienen
tiempo hasta final de mes), zarpamos hacia Santander a eso de las 14:30 Hora
oficial. Muy poco viento al principio y nada de viento después. La mar lisa y
llana.
¡Barco a la vista! A la salida del puerto de Gijón |
Una preciosidad |
No ir a vela
es aburrido y el ruido del motor no nos gusta a los veleristas, pero sin
embargo es relajado, el piloto automático trabaja estupendamente y hasta se
puede cocinar, comer, cenar y desayunar como es debido. Mientras no estás de
guardia duermes y por la mañana estás suficientemente descansado como para
poder hablar con cierta coherencia… Durante la guardia intenté identificar
luces de barcos y diferentes balizas. Los faros se identifican bien. Las
balizas son rarísimas y en mi “chuleta” de boyas no encuentro su significado,
así que me limito a darles resguardo de sobra y pasando. Las luces de los
barcos son imposibles de identificar, especialmente los pesqueros que llevan
tantas luces que no se sabe si se trata de un barco o de un ovni.
Día 13 de agosto: Getxo, Algorta y
ría de Bilbao.
Por la
mañana, antes de comer Iñaki y yo nos damos un paseo andando por el puerto
viejo de Algorta, que está en plenas fiestas, lo que hasta cierto punto nos
permite captar el folclore lugareño, pero nos dificulta un poco el apreciar
bien el entorno arquitectónico y urbanístico tan primorosamente conservado. También subimos hasta el parque de Usategui para tener una bonita panorámica
del puerto y de nuevo en Algorta nos comimos unas “gildas” con un Txakoli vizcaíno.
Por la tarde tomamos el barco y ascendimos por la ría de Bilbao hasta el límite
que nos impone el puente de Euskalduna. El palo del barco es más alto que el
vano del puente, y eso a mitad de marea.
Bajo el
puente Euskalduna hay un pantalán. Amarramos y preguntamos si se necesita algún
permiso o hay que efectuar algún pago. Parece ser que es de cortesía y que se
puede usar por unas horas. ¡Genial!. Salimos del barco y nos metimos en el
museo marítimo que está enfrente. Visitamos detenidamente el museo durante una
hora hasta que nos apremiaron porque se acercaba la hora de cerrar…
Nos fuimos
de paseo por la margen izquierda de la ría pasando por el palacio Euskalduna,
el Guggenheim, los puentes y pasarelas, etc. hasta llegar al Arenal, Arriaga y
el casco viejo. Es decir, recorrimos la parte más notoriamente renovada del
Bilbao precioso e irreconocible, que no se parece en nada al recuerdo gris,
contaminado, decadente y deprimente que conocí en mi juventud. A eso de las
22:30 tomamos el tranvía junto al puente de la Merced y regresamos al barco.
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A las 23h en la ría de Bilbao, bajo el puente Euskalduna |
Entonces
vino lo mejor del día. El descenso nocturno de la ría, deslizándonos suavemente
como por un pasillo de agua tranquila y oscura, balizado a ambas bandas por un
sin número de farolas, focos, luces y lucecitas, que parecen querer competir, sin conseguirlo, con una luna llena,
pletórica y orgullosa que parece querer ayudarnos a identificar otros planos
más profundos de un decorado nocturno
extraordinario, con algo de fantasmal y de nostálgico. Las Grúas en los muelles
y en los astilleros parecen monstruos de ciencia ficción iluminados desde abajo
por las luces y desde arriba por la luna.
No podemos perder de vista la sonda
porque estamos en hora de la bajamar, pero no hay problemas. Cuidando de buscar
el centro del canal o las zonas dragadas de los astilleros, en ningún momento
tuvimos menos de 3,5 metros de calado. Y así volvimos a pasar bajo el puente
colgante de Portugalete y salimos al Abra y al puerto deportivo de Getxo.
Día 14 de agosto: Despedida y a
Zumaia.
A eso de las
13h acompañé a Iñaki con sus mochilas hasta la estación del metro de Gobelas.
El tenía que pasar la tarde y noche en Bilbao, porque no había otra manera de
que pudiera estar a las 6 de la mañana en el aeropuerto para tomar su vuelo
hacia Barcelona.
Yo después volví al barco, largué amarras a eso de las 15h y
con un poco de tristeza, porque te acostumbras a ir con compañía y la echas de
menos, pasé Punta Galea, puse rumbo a Cabo Villano y después a la plataforma de
la Gaviota, a motor, con el viento totalmente de proa y pensando que si seguía
subiendo a motor hasta La Gaviota y el viento continuaba fuerte del NE, tendría
desde allí rumbo de ceñida para ir a Zumaia a vela, quizá no a rumbo directo pero sí
dando un par de bordos a cada banda. ¡Cuando llegué a La gaviota el viento se
fue de vacaciones! En consecuencia tuve que continuar a motor hasta llegar a las
23:03 a la bocana de Zumaia.
Epílogo:
Julio y Yoli
llegaron bien y a tiempo de asistir a la boda. Patxi y Esther continuaron
navegando pausadamente de regreso, haciendo escalas de nuevo en todos los
puertos de la ida (más el de Tazones) y regresaron a Zumaia para el día 22.
A finales de agosto volví a sacar del agua el Trapaia para arreglar el desperfecto de la orza con masilla epoxi, imprimación y antifouling. Aproveché para hacer pequeñas reparaciones de poros en la pala del timón, cambiar anodos, cambiar el casquillo del eje de hélice en el arbotante y dar de nuevo antifouling a toda la obra viva. Ya está otra vez como nuevo.
A finales de agosto volví a sacar del agua el Trapaia para arreglar el desperfecto de la orza con masilla epoxi, imprimación y antifouling. Aproveché para hacer pequeñas reparaciones de poros en la pala del timón, cambiar anodos, cambiar el casquillo del eje de hélice en el arbotante y dar de nuevo antifouling a toda la obra viva. Ya está otra vez como nuevo.
Esta es la
pequeña historia de la travesía, vista y vivida desde el Trapaia. A unos nos
servirá de recordatorio. A otros, que conocen el tema de la vela, les hará
rememorar sus propias experiencias. A quienes no saben de esto pero tienen curiosidad,
les servirá para hacerse una idea de cómo va el tema. Los que ni saben del tema
ni tienen curiosidad sencillamente se lo perderán.