Ander Tuduri nos había invitado a cenar en Gastelubide, la más emblemática sociedad gastronómica de Donosti, pero en el puerto no había plazas de amarre para tantos barcos, porque las embarcaciones del campeonato de España de vela ligera las estaban ocupando. Así que fuimos con los barcos a Pasajes y de allí en Bus a San Sebastián. Sólo el Maixu se aventuró a intentar el atraque en Donosti y tuvo suerte, pero no hubiéramos tenido sitio para los demás.
Estábamos 10 navegantes, pero a la cena se sumaron otros tres amigos que no pudieron venir en barco y lo hicieron en coche.
La cena estupenda. Ander nos cocinó un arroz con secreto ibérico delicioso. Después los postres y los gintonic de rigor. Charleta divertida, un paseito y nos subimos a unos taxis para volver a nuestros barcos a dormir.
Afortunadamente habíamos conseguido conexión eléctrica y dejado enchufadas las calefacciones de los barcos. La noche estaba fresquita.
Me gusta navegar y si es con amigos marineros mejor que mejor. Me gusta cenar en una mesa de buena gente y meterme después en mi saco de dormir, en mi camarote del Trapaia, mecido por los suaves balanceos y acunado por el crujido de las amarras y y el soplo de una brisa suave acariciando las jarcias.
Me dormí rememorando sentimientos vividos en mi travesía a Galicia, y pensando en planificar la travesía del próximo año.
A eso de las 8:30 me levante un momento, vi la espesa niebla que rodeaba el Puerto, el viento ausente, y me volví a la cama. No estaba el tiempo para navegar ni pasear. Mejor más tarde.
Y más tarde despejó la niebla y quedó un día precioso y soleado, con viento del este, ideal para el regreso a Zumaia. Lástima que el viento fue disminuyendo.
Fue un regreso lento pero placentero. Todo a vela, como nos gusta a los adictos.
Fue un bonito finde con sabor a salitre y en buena amistad.
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